Prioridad de causas
En ciertas situaciones hay víctimas que sufren daños evitables por culpa de otros (como en los casos de discriminación). En otros casos, hay quienes sufren daños por motivos independientes de la acción de ningún agente (como las enfermedades o las catástrofes naturales, por ejemplo). La eliminación total o parcial de estos problemas es lo que normalmente se denomina una causa. Así, una causa es una forma de mejorar el mundo en un cierto aspecto, con respecto a una determinada manera en la que en este las cosas podrían ir mejor.
Existen muchas causas distintas en las que podemos emplear nuestros esfuerzos, tiempo y recursos. Y podemos clasificarlas de forma muy variada. Podemos considerar que ciertas formas de acción abarcan diferentes dimensiones o expresiones particulares de una misma causa, o que conforman causas separadas. Por ejemplo, combatir el impacto que pueden enfermedades graves en ciertos países puede ser inseparable de tratar las causas de la pobreza en esos mismos países.
Asimismo, puede darse una superposición en el caso de muchas causas. Por ejemplo, los programas de vacunación de animales salvajes contra enfermedades que se transmiten a los seres humanos son positivos para los seres humanos y para los animales afectados por ella. Con esto, la búsqueda del fin de los daños de origen natural se superpone con la defensa de los animales en la causa de la investigación sobre las formas de ayudar a los animales en la naturaleza, a cuya enorme cantidad de sufrimiento no se le presta toda la atención que merece.
Por otra parte, una causa puede tener muchas dimensiones, así como muchas formas de ser abordada. Por ejemplo, existen distintas formas de entender cuáles son las razones últimas y las formas de combatir de forma adecuada la pobreza extrema global, o la reducción de los riesgos de sufrimiento futuro que podrían causar algunos de los nuevos desarrollos tecnológicos. Podemos por ello muchas veces considerar que aquello a lo que llamamos una causa puede ser relativo al marco que consideremos relevante.
Evaluación de la prioridad de las distintas causas
Nuestro tiempo y recursos son limitados, por lo que no lo podemos hacer todo a la vez. Si empleamos un día trabajando en una cierta causa, no lo hacemos trabajando en otra. Ante esto, surge la cuestión de en qué deberíamos emplear nuestros esfuerzos. Hay quienes simplemente optan por trabajar en las causas que les atraen más. Pero conforme a un gran número de posiciones éticas resulta más correcto actuar en aquellas causas en las que nuestro impacto va a marcar una mayor diferencia para bien. La neutralidad entre causas supone que hemos de dedicarnos a aquello que tendrá los mejores resultados. A esto es a lo que se le llama priorización entre causas.
Hay varios factores por los que trabajar en una cierta causa en lugar de otra puede tener un mayor impacto. No todas las causas tienen el mismo potencial y los mismos efectos a la hora de conseguir un mundo con menos sufrimiento. En primer lugar, se enfrentan a problemas que no son igual de graves. Ante esto, podemos pensar que la evaluación de a qué causa invertir nuestros recursos se debería realizar en función de cuál es la causa cuya escala es mayor, esto es, la que se enfrenta a un problema más grave. Esta visión, aunque intuitiva, es también simplista, dado que hay una diferencia entre el impacto que puede tener la solución de un problema y el impacto que un cierto individuo puede tener al ocuparse de ese problema.
Una forma más acertada de evaluar la prioridad de las distintas causas consiste en examinar cada una de ellas conforme a diferentes parámetros: escala, desatención y tratabilidad.
- Escala: grado de desvalor que puede evitar o de valor que puede promover una cierta causa.
- Desatención: grado en el que una causa permanece sin ser tratada.
- Tratabilidad: nivel de recursos cuya inversión es necesaria para tratar de forma exitosa cierta causa.
Estos tres criterios muestran que la escala no es el único factor a considerar al analizar la prioridad de una causa, pues esta puede ser muy importante pero recibir ya recursos bastante significativos. Quizás haya otra causa cuya escala sea menor pero que se encuentre totalmente desatendida. En ese caso, seguramente consigamos tener un impacto más positivo si, en lugar de añadir nuestros recursos a la causa más importante, lo hacemos a la que lo es menos pero se halla más descuidada. Igualmente, puede que una causa sea mayor en escala que otra y se encuentre desatendida, pero que requiera muchísimos más recursos para su trato, con lo que tendríamos motivos para optar por la atención menor en escala. No obstante, una cierta causa también podría ser muy difícil de abordar y, con todo, podría ser de una escala tan grande que hiciese su trato susceptible de tener un mayor impacto positivo que otras causas mucho más tratables pero con un impacto mucho menor.
A pesar de las ventajas de estos tres factores a la hora de evaluar en qué causa podemos tener un impacto mejor, pueden, de nuevo, resultar simples. Cabe tener en cuenta también que podemos considerar de forma separada en cada uno de los efectos de los distintos problemas a los que se enfrentan las causas que podemos tener en consideración. Es muchas veces erróneo ver a las causas como un todo, a menudo lo relevante es las formas de daño concreto que con cada causa podemos eliminar. Así puede ser que una causa sea muy poco tratable su conjunto pero muy tratable en lo que respecta a la posibilidad de evitar formas concretas de sufrimiento. Y esto último realmente es lo que al final importa.
Así pues, una gran dificultad no implica intratabilidad. Un problema puede requerir mucho tiempo para solucionarlo en su conjunto, o bien precisar un empleo de recursos muy grande, o tal vez solo contemos con la capacidad de solucionarlo en parte. Pero, incluso si carecemos de los recursos necesarios para hacer una inversión notable en un problema considerable, cabe plantearse lograr un cambio no total, sino parcial del problema en cuestión en la mayor medida posible.