Razones a favor de priorizar el futuro

Muchas de las decisiones que hoy tomemos pueden afectar de maneras muy significativas a quienes existan en el futuro. Esto incluye no solamente a quienes nazcan en las próximas décadas, sino a quienes a todos los individuos que vayan a existir lo largo de todo el tiempo desde hoy en adelante. Como vamos a ver a continuación, estas decisiones son de las más importantes que podemos hacer.

Por qué el futuro es tan importante

El motivo por el que el futuro a largo plazo tiene una gran importancia es muy sencillo. No se debe a que el futuro tenga algo de especial. Se debe tan solo a su duración, que será mucho mayor que la del presente.

En realidad, cuando hablamos del presente no solemos referirnos únicamente al momento actual exacto, sino que lo definimos de un modo amplio. Podemos definir el presente como un periodo que abarca una serie de años (no demasiados), que terminarían en un futuro cercano. En ese sentido ampliado, la cantidad de individuos que pueden ser afectados en el presente por nuestras decisiones es, como máximo, la de los individuos que existentes ahora o que van a nacer ahora. En cambio, la extensión del futuro puede medirse en periodos vastísimos de tiempo.

Como consecuencia, es casi seguro que el futuro contendrá a un número de individuos que podrá superar al número de individuos presentes de manera enorme (esto es, en muchos órdenes de magnitud). De hecho, la gran mayoría de los seres con la capacidad de sentir y sufrir que van a existir a lo largo de la historia lo van a hacer probablemente en el futuro.

Esto es importante, en particular, porque existe la posibilidad de que muchos de estos individuos se encuentren en una muy mala situación. Por ello, las perspectivas de sufrimiento futuro deben ocupar un lugar central en nuestras decisiones y en nuestras evaluaciones de riesgos, ya que exceden en mucho a las del sufrimiento que pueda existir en el presente.

De hecho, este mismo argumento nos muestra que el futuro a largo plazo será mucho más importante que el futuro a corto plazo (esto es, lo que suceda únicamente en los próximos años o décadas). Esto lleva a concluir que intentar mejorar el futuro a largo plazo debería ser una prioridad de primer orden. A esta posición se la conoce como largoplacismo.

Nuestras decisiones pueden ser muy influyentes en el futuro

Nuestras acciones en el presente pueden hacer que el futuro pueda ir en direcciones muy dispares. Pensemos que esto ha pasado asimismo a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el campo político, cambios que en su momento pudieron parecer solo localmente relevantes, al final han transformado el conjunto de la historia universal, cuando han llevado a ciertos países a tener una posición prominente a nivel global (esto ha pasado en el caso de imperios como los asiáticos y los europeos, y lo largo del siglo pasado en el de Estados Unidos).

A su vez, en el campo científico y tecnológico, el desarrollo de ciertos conocimientos y su aplicación, en lugar de otros, ha llevado a dar forma a sociedades muy diferentes de las que podríamos tener con tecnologías distintas. Hay ciertas tecnologías que hacen que a su vez otras tecnologías sean posibles, o más probables. Pero, aun así, existen diferentes direcciones en las que los avances en distintos campos pueden ir, y diferentes posibles equilibrios entre tecnologías desarrolladas en distintos campos. Por ejemplo, habría sido posible que la física, y con ella la tecnología nuclear, se hubiese desarrollado más lentamente, pero que la biología y la medicina lo hubiesen hecho más rápidamente. Como consecuencia de ello, habría sido posible un siglo XX donde el riesgo de un conflicto global hubiese dependido no del poder destructivo del armamento nuclear, sino del biológico.

Igualmente, en el campo social, ciertos cambios pueden promover que las sociedades tiendan a ser más o menos igualitarias, autoritarias, educadas, tradicionales, discriminadoras, abiertas al exterior, etc. Muchos de estos cambios se encuentran relacionados entre sí, aunque su desarrollo tiene también un mayor o menor grado de autonomía.

Junto a estos factores hay otros de tipo económico, ambiental y de otros tipos que son también muy importantes. Y estos distintos factores, junto con los anteriores no se encuentran aislados, sino que interactúan entre sí. Y hay muchas formas posibles en las que se pueden combinar. Como consecuencia, hay un gran número de trayectorias posibles que puede seguir la historia.

La suma de las acciones de múltiples individuos condiciona que, al final, una de esas trayectorias sea la que ocurra. Nuestras acciones en una cierta dirección pueden ayudar a que el futuro sea de un cierto modo en lugar de otro. Pueden ser, así, susceptibles de generar situaciones con más o con menos sufrimiento. La acción de unos pocos individuos puede no ser suficiente para que tenga lugar una cierta trayectoria concreta. Pero sí que puede influir para que ciertas trayectorias sean más posibles de lo que lo habrían sido si esos individuos hubiesen actuado de otro modo.

Por este motivo, tiene una gran prioridad actuar de modo que promovamos que el futuro sea mejor y contenga el menor sufrimiento posible. Sobre todo, el largoplacismo puede ser muy importante para evitar que se puedan dar situaciones de riesgo masivo, donde un gran número de individuos puedan sufrir de manera mucho mayor a la que tiene lugar en la actualidad. Tales escenarios pueden parecer muy improbables, pero en realidad no lo son tanto. Lo bueno es que podemos actuar ya a día de hoy para intentar reducir su probabilidad.

Podemos trabajar en esta dirección mediante proyectos con un foco muy amplio, que busque tener un impacto positivo muy general, aunque no sea muy profundo. Un ejemplo de esto puede ser el trabajo para lograr que en el futuro haya sociedades donde se discrimine menos y se dé consideración moral a todos los seres que sufren. Tal vía de acción es esperable que reduzca el peligro de que, por pura desconsideración, se causen grandes daños a quienes se hallen en situación de debilidad.

Otras formas de acción pueden tener un foco mucho más concreto, trabajando para lograr un impacto muy profundo pero en algo muy localizado. Un ejemplo de este tipo de intervención puede consistir en trabajar para reducir los riesgos implicados en el desarrollo de alguna tecnología de que esta pueda causar una gran cantidad de sufrimiento.

Pese a lo que acabamos de ver, existen diferentes posiciones que buscan negar o limitar nuestra responsabilidad hacia el futuro. Algunas de estas simplemente asumen que el futuro va a ser bueno, de manera que no tenemos que preocuparnos por él. Otras sostienen que no tenemos por qué preocuparnos por quienes existirán en el futuro. Y otras, mantienen que es muy incierto lo que puede suceder el día de mañana, por lo que nuestros esfuerzos para influir en él serán inútiles. Vamos a ver a continuación algunas de las respuestas que se pueden dar a tales objeciones.

El futuro puede contener grandes cantidades de sufrimiento

Pese a que mucha gente tiene una visión optimista del futuro, que llevaría a ver el largoplacismo como poco importante, existen distintos riesgos no despreciables de que el futuro no solo no sea mejor que el presente, sino que incluya enormes cantidades de sufrimiento. Esto puede pasar si ciertos agentes en una situación de fuerza causan situaciones en las que este sufrimiento ocurre, sea por accidente, por desconsideración por quienes sufren, por crueldad, como medida coercitiva o por otros motivos.

A lo largo de la historia pasada tales situaciones se han dado reiteradamente. No hay motivo para pensar que no sea posible que se den también en el futuro. Pero, debido al mayor potencial tecnológico, hay una probabilidad importante de que el sufrimiento generado sea mucho más masivo. Podrá afectar a un número de individuos mucho mayor.

Razones por las que se desconsidera a quienes van a existir en el futuro

Otra objeción contra el largoplacismo consiste en afirmar que no tenemos ningún tipo de obligación hacia quienes existan en el futuro, porque esos individuos tampoco tendrán deberes hacia quienes existimos en el presente. Según este argumento, quienes vivimos ahora y quienes vivirán el día de mañana no formaríamos parte de la misma “comunidad moral”. Sin embargo, este tipo de argumento también llevaría a que no tuviésemos que respetar a todos aquellos individuos presentes a los que, por diversas razones, no exigimos obligaciones o deberes. Esto incluye a los bebés o los adultos con una diversidad funcional intelectual considerable, a quienes según este criterio no habrá que respetar. Esto resulta inaceptable.

Según otro argumento, como no conocemos las preferencias de las personas que van a vivir en el futuro, no podríamos saber qué sería mejor para ellas. De este modo, no tendría sentido actuar pensando en el bien de los individuos futuros. Esta posición parece muy difícil de sostener, porque aunque no conozcamos los detalles sobre cómo puede ser posible beneficiar a alguien, podemos entender de manera general que ciertas vías de acción pueden llevar a que haya más individuos perjudicados y otras a que haya menos.

Largoplacismo e incertidumbre acerca del futuro

También se puede apelar a la incertidumbre en otro sentido. Se podría argumentar que las consecuencias que tendrán nuestros actos son muy difíciles o imposibles de predecir. Quizás podamos tomar una decisión creyendo que es la que va a causar la mejor situación, y que esta, por motivos que desconocemos, acabe provocando un desastre. Esto no se puede descartar. Pero eso no quiere decir que el largoplacismo no sea correcto porque no debamos preocuparnos por conseguir evitar que en el futuro haya mucho sufrimiento.

Sobre esto podría decirse que también en nuestras elecciones relativas al presente puede haber incerteza. En última instancia, todas nuestras decisiones se basan en estimaciones acerca de lo que puede ocurrir. Pero lo más importante a tener en cuenta es que no debemos pensar que nuestras decisiones debemos tomarlas sobre la base de nuestra certeza acerca de lo que ocurrirá. No sabemos lo que ocurrirá. Pero podemos hacer estimaciones razonables e informadas hasta cierto punto sobre lo que podrá ocurrir. Estas son la mejor guía para nuestras decisiones.

Si tomamos nuestras decisiones así, tendremos que incluir en nuestras consideraciones los diferentes efectos posibles que podemos esperar que tengan nuestras acciones. Estas incluirán también a los que afecten al futuro lejano. Y, como hemos visto aquí, dichos efectos pueden ser, con diferencia, los de mayor magnitud, para bien o para mal. Esta es la razón principal para dar una prioridad de primer orden a lo que puede suceder en el futuro a largo plazo.

La mejor manera de actuar es aquella que, con la mejor información de la que podamos disponer, y si pensamos adecuadamente, podemos entender que tendrá los mejores efectos. Ello nos da razones a favor del largoplacismo, dada la importancia que, como hemos visto, puede tener el futuro.

¡Comparte este contenido en tus redes sociales!
Facebook
LinkedIn
Twitter