Eficacia y eficiencia

Que haya sufrimiento en el mundo es algo negativo no de una forma abstracta, sino muy concreta: cada caso de sufrimiento es negativo para quien lo sufre. Por ello, es erróneo pensar que la lucha contra el sufrimiento tiene como objetivo simplemente acabar con el sufrimiento en su conjunto, de manera general. Ese es un fin muy deseable a largo plazo, obviamente, aunque nadie sabe si lograrlo es posible. Muy posiblemente nunca lo sea, pero hay objetivos mucho más concretos que sí podemos conseguir. Estos consisten simplemente en acabar con casos concretos de sufrimiento. Por ello es importante ser lo más eficientes posible en el trabajo para evitar el sufrimiento: porque la eficiencia significará que haya más o menos sufrimiento en el mundo. Pero, ¿en qué consiste exactamente la eficiencia?

Qué es la eficacia

Cuando trabajamos en una causa con una buena idea de partida, una buena planificación y una ejecución adecuada podemos lograr los objetivos buscados. Si conseguimos hacerlo de modo razonablemente satisfactorio, aunque no sea en su totalidad, podemos decir que hemos obrado de manera eficaz. De este modo, llamamos eficacia a la capacidad de tener éxito en la consecución de los objetivos que intentamos lograr.

Por otra parte, sucede que hay diferentes maneras de ser eficaces. Y estos pueden variar en lo que respecta al empleo de recursos que suponen. Esto es muy importante, pues con los medios de los que disponemos siempre van a ser limitados. Nos interesa, por lo tanto, optimizar su uso, o sea, hacer un uso óptimo de ellos. Se dice que optimizamos nuestros resultados cuando actuamos del modo lo más eficaz posible dados unos ciertos recursos.

Qué es la eficiencia

Por los motivos que acabamos de ver, un término que puede ser más interesante que el de simple eficacia es el de eficiencia. La eficiencia es la eficacia lograda con respecto a los recursos empleados. Somos más eficientes si conseguimos ser más eficaces con los mismos recursos. O si somos igual de eficaces con menos recursos.

Supongamos que una organización consigue salvar 20 vidas con 1000 horas de trabajo, y otra consigue salvar una sola vida con 10 horas de trabajo. En el primer caso la eficacia es mayor, pero eso es así solamente porque se emplean más recursos. En cambio, la eficiencia es mucho mayor en el segundo caso. Podemos ver que esto último es, a la larga, lo que verdaderamente importa más. La idea es que logremos los mejores resultados con recursos limitados. Por ello, la clave, lo que nos debe importar más cuando actuamos en la práctica es la eficiencia. A largo plazo, la eficiencia acaba suponiendo mayor eficacia.

Para actuar de la manera más eficiente es por lo que nos ha de preocupar guiarnos por criterios de racionalidad que nos lleven a tomar las mejores decisiones.

Con este fin, hemos de usar esta racionalidad práctica para identificar qué formas de acción son más prometedoras. Esto nos permitirá analizar las distintas causas en las que podemos involucrarnos y las mejores formas de defenderlas. Así, conseguiremos reducir al máximo nuestros errores al hacer activismo.

Un análisis de este tipo también nos permite considerar las ventajas comparativas de las diferentes formas de hacer activismo. La ventaja comparativa es la capacidad de una persona u organización para producir un bien utilizando menos recursos que otra. Por eso debemos comparar las diversas maneras en las que podemos vivir y actuar para que nuestro impacto sea el mejor.

Analizar esto adecuadamente supone tener la disposición de examinar los problemas a los que nos enfrentamos con una visión racional y crítica. Esto implica poner la honestidad intelectual, y sobre todo el objetivo de conseguir ayudar a quien lo necesita, por encima del deseo de tener la razón.

Tampoco debemos comprometernos necesariamente con una causa concreta frente a otras posibles alternativas. La eficiencia no es únicamente una eficiencia de carácter local, es decir, relativa a los resultados que obtenemos con un cierto trabajo una determinada causa. También podemos hablar de eficiencia global. Esta es la que se refiere a nuestra capacidad en conjunto de reducir más el sufrimiento, considerando los distintos tipos de este que existen.

Por esto es tan importante la neutralidad entre causas. El sufrimiento es sufrimiento por igual, lo sufra quien lo sufra, y sea lo que sea aquello que lo motiva. Por esta razón, es por la que podemos decir que deberíamos intentar implicarnos en aquello que tiene potencialmente el mejor impacto en el mundo. Esto supone también que tendremos que tener la disposición a evaluar nuestras creencias. Si encontramos evidencias en su contra, deberíamos actualizarlas, no solo porque hacerlo es lo más racional, sino porque es lo que hará más posible que evitemos errores graves al trabajar para conseguir un mundo mejor.

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