Prejuicios cognitivos

Los prejuicios cognitivos son efectos psicológicos que llevan a que no razonemos de formas correctas. Hacen que tomemos decisiones distintas de las que, dados nuestros fines y creencias, deberíamos tomar para conseguir los mejores resultados. Por este motivo, son formas de lo que se conoce de manera genérica como irracionalidad. Llevan a que realicemos razonamientos motivados por reglas de pensamiento que nos confunden.

A la hora de tomar elecciones, tanto en nuestra vida personal del día a día, como en el caso de nuestras elecciones sobre como tener el mayor impacto en el mundo, estos prejuicios cognitivos llevan a que no optemos por las opciones mejores, sino por aquellas que tales prejuicios nos llevan irracionalmente a preferir.

Los siguientes son algunos ejemplos de prejuicios cognitivos muy difundidos que lleva a tomar decisiones equivocadas a la hora de saber qué iniciativas promover, y a qué proyectos apoyar. Su alcance es muy profundo, así que también afectaron, incluso, a las causas que nos pueden parecer importantes, así como las previsiones que podemos hacer de manera mínimamente razonable sobre cómo va a ser el futuro si optamos por una u otra vía de acción.

  • Efecto de arrastre

Este prejuicio consiste en considerar que lo que debemos pensar o hacer es aquello que la mayoría piensa o hace. Por desgracia, sucede a menudo que las mayorías no están informadas correctamente. Por ello, este sesgo constituye una fuente casi segura de múltiples errores. Además, es algo que obstaculiza muy seriamente que puedan tener lugar cambios muy necesarios, dado que la mayoría de la gente muchas veces no es consciente de la falta que estos hacen.

  • Pensamiento ilusorio

Un sesgo muy difundido consiste en creer que las cosas van a ser como deseamos que sean. Lamentablemente, en el mundo existen inmensas cantidades de sufrimiento, y el futuro podría ser semejante o incluso mucho peor. Sin embargo, a gran parte de la gente le cuesta aceptar esto. Es una realidad demasiado dura, por ello, nuestro cerebro nos engaña llevándonos a creer que la realidad es mucho mejor de lo que verdaderamente es. Y también nos lleva a pensar que el futuro será seguramente positivo y mejor que el presente. Así, este prejuicio supone un obstáculo muy serio a que las acciones para prevenir circunstancias de sufrimiento masivo en el futuro serán llevadas adelante.

  • Negligencia de alcance

Este prejuicio se pone de manifiesto cuando no sabemos comparar diferentes cantidades debido a que son todas ellas muy grandes (o muy pequeñas), tendiendo a pensar que todas las cantidades muy grandes (o muy pequeñas) vienen a ser esencialmente equivalentes. Nos lleva, así a realizar errores de comparación muy graves. Por ejemplo, supongamos que una determinada medida puede beneficiar a un millón de individuos o a diez millones de individuos. Imaginemos que una medida el triple de cara puede beneficiar a 10 millones de individuos. Claramente, la segunda medida es mucho mejor, en el sentido de ser mucho más eficiente. Pero si no apreciamos la diferencia relevante entre un millón y diez millones, podemos no estimar que es así.

  • Conservadurismo en nuestras creencias

Este sesgo no tiene que ver con las ideologías políticas, sino con nuestra resistencia a cambiar de opinión. Parecería en principio que aquello que creemos debería variar si se nos presentan evidencias sólidas que rebatan tales creencias. Sin embargo, tenemos una tendencia en contra de esto. Esta tendencia nos lleva a conservar nuestras creencias incluso cuando tenemos nueva información y argumentos que nos deberían llevar a sustituir tales creencias por otras.

  • Sesgo de disponibilidad

Aquellos casos que recordamos mejor nos parecen más representativos. Por ejemplo, si pensamos en enfermedades mortales tendemos a pensar en el cáncer, en lugar de en la malaria. O si pensamos en cómo es la vida de los animales en el mundo salvaje, tendemos a pensar como representativa de esta en aquellos animales cuyos ejemplos conocemos (que muchas veces son mamíferos de gran tamaño), en lugar de en animales pequeños e invertebrados, como son la mayoría.

  • Sesgo de evaluación

Tendemos a pensar que aquellos problemas cuya solución nos parece más fácil calcular son más importantes. Esto es, los casos en los que hay menos incerteza nos parecen prioritarios. Pero esto no tiene por qué ser así, puede haber problemas importantísimos que sea más difícil de examinar.

Estos son solo unos ejemplos de prejuicios cognitivos. En realidad, existen muchísimos más. El motivo por el que los tenemos es que son el resultado de mecanismos sencillos de decisión. Para no tener que tomar decisiones complejas, nuestros cerebros se han amoldado evolutivamente a seguir ciertas reglas que, por lo general, pueden funcionar. Pero estas son en muchos casos problemáticas, al llevarnos a cometer errores como los que hemos visto aquí, al sustituir la toma de decisión racional por patrones simplificados.

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